miércoles, 3 de agosto de 2016

Crítica: Curtains

Hace ya tres días os hablábamos de esa original propuesta titulada “Curtain”. Buenas ideas y pocos, muy pocos recursos para desarrollarlas. Hoy tenemos que añadir una “s” a la ecuación, o un plural, si queréis. También tenemos que montarnos en la máquina del tiempo y darle un poco a la manivela hacia atrás (para viajar en el tiempo, se entiende, que hay mucha mente sucia por ahí) para toparnos con una también curiosa película de 1983, “Cortinas” (“Curtains”, Richard Ciupka) una ópera prima, para ser más concretos y siguiendo por la senda de la curiosidad, se encuentra en el lado opuesto del espectro si entramos en comparaciones con la reciente cinta de Jaron Henrie-McCrea. Pues hablamos aquí de sobrados medios, estrangulados a manos de escasas ideas.

Se que la película del belga Richard Ciupka (quién no obstante, firma la cinta bajo el nombre ficticio de Jonathan Stryker, como simpático guiño a uno de los personajes de la película) está considerada por muchos, como una referencia dentro del cine slasher de los ochenta (si bien esta etiqueta estaría un poco cogida con pinzas, pues tiene bastantes más elementos del giallo, que del propio slasher), pero la realidad es que pese a sus palpables excelencias técnicas y las respectivas cuasi ilimitadas posibilidades que esto, le otorga a la serie B (que no suele brillar en general, por ir sobrada de recursos), “Curtains” es una de esas películas que van cuesta abajo desde el minuto uno y que terminan con el espectador desnucado contra el canto de acera de turno.

La película, claramente deudora de aquella mítica “Bahía de Sangre” (“Reazione a Catena”, Mario Bava, 1971), pues hereda de aquella, una excelente cinematografía (aunque sin llegar al excelso nivel de virtuosismo de aquella) al servicio de un subgénero no tan habituado a ello, fue definida en una reciente conversación al respecto por una persona que sabe bastante más de lo que va la copla de lo que ella misma se cree, de la siguiente manera y cito textualmente: “¡Menuda historia más atada con spaguettis! Escenas interminables, lo del manicomio del que nunca se vuelve a saber, personajes que solo pasaban por allí, el director inquietante y las muertes cutronas, clásico slasher”. Diré que la realidad de “Curtains”, yace en una fosa muy cercana a esto.

“Curtains” no escatima en medios para presentar la historia y para ello, pone sobre la mesa uno de los prólogos más largos de la historia del cine. Curiosamente, todo lo acontecido en él, parece no tener la menor importancia para los acontecimientos venideros. Por lo que uno se pregunta: ¿Para qué? No sabe, no contesta. El hecho es que la película, aunque parezca una contradicción, peca de excesivo mimo por el detalle. Sea esto un giallo, un slasher, o un poco de ambas, aquí hemos venido a hablar de nuestro libro, a ver tetas y sangre, que es lo que uno espera de este tipo de películas, pero no, el amigo Ciupka nos salió espléndido e intentando emular a Bava y su “Bahía de Sangre”, optó por intentar dotar a su ópera prima de una profundidad, a todas luces innecesaria en un producto de esta naturaleza.

Esto se traduce en un esfuerzo titánico por intentar dotar de profundidad a los personajes, cuando hasta el más tonto sabe, que para lo único que están ahí es para caer en manos del asesino de turno y , porque no decirlo, alegrarle la vista al espectador masculino con una amplia galería de hermosas mujeres. Las pretensiones no terminan en el dibujo de los personajes, tampoco el guión escrito por el televisivo Robert Guza Jr. se libra de los aires de grandeza de Ciupka, quien alarga las escenas hasta el infinito y más allá de manera totalmente innecesaria, algo que sume al espectador en una sensación cercana a la desesperación en más pasajes de los clínicamente recomendables.

El mimo patológico, es una constante a lo largo de todo el filme. Esto se extiende por supuesto, a las escenas de los asesinatos, muy superiores estéticamente a lo que uno suele encontrarse en los slashers, valga como buen ejemplo de ello, la que sin duda es la escena por antonomasia de la obra, por supuesto me estoy refiriendo a la ídem de la siniestra anciana homicida persiguiendo a su víctima sobre patines en la nieve. Poesía en estado puro para una secuencia digna de verse una y otra vez, para deleitarse con la plasticidad del momento y a la altura de aquella exuberante moza desnuda como dios la trajo al mundo siendo perseguida por la bahía en la película de Bava.

Aquí entramos en conflicto. Pues si la presentación de las muertes es brillante y sobradamente hermosa, cuando llegamos al punto álgido, todas suceden fuera de plano, vamos, lo que vendría siendo un gatillazo en toda regla. ¿Como puede ser que algo tan cuidado y con tanto recurso estilístico de serie, fracase estrepitosamente allí donde el slasher, suele acertar de forma certera? No sabe, no contesta. Supongo que tendrá algo que ver el hecho de que el propio autor de la obra, tenía a esta en una consideración distinta a la de los aficionados. Más como una cinta de suspense, que como un slasher al uso, pese a que sin duda contiene elementos de este. De hecho, estoy seguro que el propio Wes Craven sacó alguna que otra influencia que plasmar luego en su popular y sobrevalorada saga de “Scream”. Para ser concretos, la extrema torpeza, cómica incluso, del asesino , de la que sin duda bebe (por no decir que mama) el esperpéntico Ghostface.

Curiosamente, otro de los puntos más negros de la obra, es su tramo final. Pese a que pueda sonar raro dentro de este contexto, absolutamente precipitado. Da la sensación que al amiguete belga se le echó el tiempo encima con tanto preámbulo y que no le quedó otra que empotrar al personal rápido y de mala manera. Toda la intriga generada a lo largo del filme, es desperdiciada de manera tosca, abrupta y predecible, pasándose por el forro incluso, toda esa preciosista plástica de baile de salón que tanto peso había tenido hasta entonces en la película, para terminar asestando una última estocada de forma cutre, víctima de las prisas, o de las ganas por terminar, que se yo.

“Curtains”, un nuevo terror ochentero a medio camino entre el giallo y el slasher, que intenta alejarse de la naturaleza teenager de este segundo, para intentar llegar a un público más adulto, o más habituado a otro tipo de cine. Muy bien rodada y muy bien interpretada, pero que termina fallando en lo a priori más sencillo, contentar al público más fácil, aquel que lo único que demandaba era sangre y tetas. En este sentido, “Curtains” se queda corta. Mucha chica guapa y un asesino carismático como el que más, para una función para todos los públicos sin apenas excesos de ningún tipo. Aun y así, una película curiosa de ver y plagada de detalles, que sin duda gustarán a los paladares cinéfilos más exquisitos.

Lo mejor: El espectacular póster promocional (de los más míticos de la época), la preciosista puesta en escena, lo alto que pone el listón a nivel artístico para un producto que flirtea tanto con el slasher de los ochenta y la portentosa interpretación de un excelso John Vernon.

Lo peor: Como slasher, le falta punch. Menos refinamiento y mucho más gamberrismo. Y tanta incontinencia verbal desatada, puede meter algún que otro pene para adentro.


2 comentarios:

Missterror dijo...

Rector- Aprovechando que pasaba por ahí "Curtain", hablamos de "Curtains", jejejeje. La verdad es que comparto profundamente eso de que esto es mucho más giallo que slasher, de ehcho tiene esa ilógica del giallo por completo, ese drama perpetuo en el que viven las víctimas que las hace tan delicadamente inocentes, esos bandazos del guión sin venir a cuento y ese empeño por poner la miel en los labios sin explotar las ocurrencias del guión. Mucho más Giallo, no cabe duda!! Y muy bien traída la comparación con "Bahía de Sangre", de la que bebe a morro.


"Historia atada con spaguettis", no cabe duda, pero por extraño que incluso a mi me resulte, engancha y es resultona, amén de que yo sienta debilidad por estas luchas entre actrices por el papel protagonista. A mi también me hubiera gustado competir por el papel de Audra!!!

Lo que no le podemos negar a esta peli, es que ha dejado una escena sobre hielo muy difícil de superar, y es que esa viejoven es de lo más inquietante y bizarro que se ha visto, por muy torpona que resulte.

Creo que con con todos sus peros, que los tiene y bien enumerados por tu parte, es una cinta que tiene que estar en la videoteca de todo buen amante del terror.

Y qué poster más tremendo!!!

Saludos

El Rector dijo...

Missterror, jeje... el juego de palabras era demasiado goloso como para dejarlo pasar, además, "Curtains" siempre ha sido una de esas películas sobre las que he tenido ganas de escribir y bueno, que mejor ocasión que esta.

Veo que ambos entendemos la película mucho más como un giallo que como un slasher, si bien es cierto que también tiene de lo segundo. De hecho, creo que el enmascarado en cuestión, habría dado perfectamente para una franquicia (ya hemos visto que el royo tontorrón tuvo gran éxito con "Scream"), porque la vieja es un rato siniestra, pese a ese punto cómico que se gasta, pienso, que no premeditado, a diferencia de lo visto en la saga creada por Craven.

La escena del hielo, es el perfecto ejemplo de la gran calidad que atesora el filme, con detalles realmente fabulosos, y al mismo tiempo, la poca gracia o vergüenza (y no entiendo muy bien a que se debe) a la hora de mostrar los asesinatos de manera más gráfica.

Con todo, una película curiosa, bastante entretenida pese a su innecesariamente denso libreto y eso, con un asesino que hay que catarlo, al menos, una vez en la vida.

Saludos.

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