jueves, 11 de febrero de 2016

"Abierto Hasta el Amanecer", estrujando la teta enroscada

Que morbosos que llegamos a ser. ¿Quien no ha sucumbido a la desagradable tentación, pero tentación al fin y al cabo, de dejar caer su curiosa mirada sobre el cadáver, puede que aun agonizante, de esa paloma atropellada en medio de la carretera?¿O a la de mirar de manera furtiva entre los dedos de nuestra propia auto censura tapándonos los ojos con la boca pequeña, en esa escatológica intervención quirúrgica que están emitiendo por la tele? Incluso, y esto sí ya, para las mentes más enfermas, quedarse (a riesgo de muerte cerebral) durante más de minuto y medio en “El cascabel” de 13 TV mientras hacemos zapping inocentemente una noche cualquiera... morbo señores, MORBO. Pues solo por el maldito morbo, puede justificarse la insana atracción hacia un producto a priori tan poco aconsejable como es la adaptación televisiva de la mítica cinta de culto del terror moderno y la serie B “Abierto Hasta El Amanecer”.

No cabe duda alguna, de que el papel de la series de televisión en la actualidad, es absolutamente protagonista. De dicho fenómeno, no se libra nadie y ya son unos cuantos los títulos del género que han dado el salto mortal de espalda con tirabuzón hacia la televisión: “Legión” (Scott Stewart, 2010), “Scream” (Wes Craven, 1996), “Desafío Total” (Paul Verhoeven, 1990) o “Terminator” (James Cameron, 1984), ya han tenido descendencia televisiva, por poner algunos ejemplos sonados, aunque para “sonado”, lo que nos depara Fox con “El Exorcista” de William Friedkin (y ojito, porque el guión correrá a cargo nada más y nada menos, que de Jeremy Slater, el lumbreras que se esconde detrás de la bochornosa “Los Cuatro Fantásticos”, ahí es nada).

No suena tan grotesca pues, la idea de que la maravilla engendrada por Robert Rodriguez en 1996, tuviera su propio show televisivo, más coincidiendo con la creación por parte del tejano, de su propio canal de televisión: “El Rey”. Así, el cineasta nos presenta esta serie basada en su obra cumbre, con el fin de profundizar en todo aquello que se quedó en el tintero en la película, tanto en lo que refiere a los personajes, como a la historia. Y, nosotros, como buenos súbditos de lo morboso, tragamos con ello pese a la cristalina certeza de que en este antro de carretera, no deberíamos detenernos por nada del mundo.

La serie ha desvirgado ya, por delante y por detrás, sus dos primeras temporadas y ya se ha oficializado con sangre la producción de una tercera. En este análisis, nos centraremos exclusivamente en lo acontecido en los diez capítulos que dan forma a la primera temporada, una especie de refrito de la película original, que adapta de forma muy libre, algunas partes de aquella para ofrecer uno de los shows más irregulares y desconcertantes que se ha visto en la caja tonta en estos últimos tiempos, donde la linea que separa el amor del odio es tan sumamente fina, que corremos el riesgo de traspasarla episodio a episodio. Niños y niñas, abrochaos los cinturones, pues vienen curvas, muchas curvas.

Las hostilidades comienzan pronto. Al enfrentarnos al episodio piloto, escrito y dirigido por el propio Rodriguez, ya se nos clavan las primeras agujas en los testículos al descubrir cuales han sido las elecciones a la hora de elegir el controvertido casting de la serie. Es cierto, que cambiarle el rostro a los hermanos Gecko y salir airoso en el intento, era poco menos que misión imposible, pero a priori, la elección de dos desconocidos como D.J Cotrona y Zane Holtz, para dar vida a Seth y Richie Gecko respectivamente, no es la más acertada de las decisiones, pues cualquier parecido con los Gecko originales, es mera casualidad. Especialmente sangrante es el caso del segundo, con un Holtz que está bastante más cercano al supuesto guaperas moja braga adolescente, que al insano rostro de la demencia del amigo Tarantino.

Pero pronto comprobamos en nuestras propias carnes, esa irregularidad que acompañará a la serie a lo largo de todo el viaje y nos encontramos con la agradable presencia del re-descubierto Don Johnson, quien viene de bordarlo en la estupenda “Frío en Julio” (“Cold in July”, Jim Mickle, 2014) y que aquí da vida al Sheriff Earl McGraw, en lo que significa la única cosa destacable de un piloto tedioso que intenta rellenar 45 minutos a costa del prólogo de la película de 1996. El resultado no podía ser otro del que es, teniendo en cuenta además, que ya en estos descubrimos otra de las aterradoras verdades de la serie: la absoluta falta de genialidad en el libreto, algo sorprendente, si tenemos en cuenta que está escrito por el propio Rodriguez, todo un maestro en dichos menesteres como bien ha demostrado a lo largo de toda su carrera, si bien aquí, se nota y de que manera, la ausencia de sus compadres Robert Kurtzman y Quentin Tarantino.

Con unos protagonistas sin carisma y un guión sin chispa, soportar los primeros compases de la serie es una labor solo apta para los más osados, o pacientes. Los primeros episodios pasan sin pena ni gloria y se limitan a ofrecer un refrito descafeinado de la película y a introducir a algunos nuevos personajes como el del marshall Freddy Gonzalez o Carlos, el socio con el que los Gecko debían reunirse en la historia original. Y ahí comienzan a sangrarnos ya las pelotas, pues ni Jesse Garcia ni sobretodo, un sobre actuado Wilmer Valderrama, consiguen darle credibilidad a sus personajes. Se completa el círculo con la aparición de dos nuevas piezas en el tablero, el eterno T-1000 Robert Patrick, quien sustituye como buenamente puede a Harvey Keitel dando vida al jodido siervo de dios Jacob Fuller, primero, y al Sex Machine de pacotilla que se le ha encargado a otro ilustre del género como es Jake Busey, en una de las prostituciones cinematográficas más infames que he visto en mis ya treinta y tantos años de vida.

Lo que hacen los guionista con el mítico personaje al que dio vida en su día maese Savini, no tiene nombre. Solo por esto, la serie merecería ya un categórico suspenso sin paliativos y sin fianza cual titiriteros, y mira que me cae bien el amigo Busey, a quien incluso tengo en bastante buena consideración como actor del mundillo, pero es que aquí se corona, por activa y por pasiva. Por activa, por lo rematadamente mal que lo hace y por pasiva, porque tela marinera la tía fea con la que le ha tocado bailar, un personaje ridículo hasta las trancas que además, nada tiene que ver ni en forma ni en fondo con el ídem original. Al menos en el caso de Jacob, se ha intentado mantener la esencia del personaje (si bien el bueno de Patrick consigue que terminemos odiándolo por plasta).

Si buscamos una alegría en lo que al reparto se refiere, la encontramos sin duda en el lado femenino de la función. Primero en las veinteañeras carnes de Madison Davenport como Kate Fuller, la hija del predicador, ahora sí, cumpliendo a la perfección con el rol de niñita sexy, al que la macarra Juliette Lewis ni se acercaba y, segundo, en las de Eiza Gonzalez, quien encarnando a Santanico Pandemonium, luce sorprendentemente bien, cuando todo apuntaba a un cosplay barato de lo hecho en su día por la srta. Hayek. Ambas estupendas y sobretodo, creíbles, algo de lo que no va sobrada la serie y por lo cual, se agradece doblemente.

Como ya he comentado, la trama de esta primera temporada relata más o menos lo mismo que sucede en la película (al menos en sus dos primeros tercios), expandiéndose respecto a la original (como no podía ser de otra forma si se querían rellenar 10 episodios) de tal manera, que podremos descubrir nuevos datos sobre los personajes protagonistas. Sabremos más del pasado de los Gecko, del atraco al banco e incluso de su niñez y conoceremos los entresijos que llevaron a Jacob a perder la fe en el creador. Al mismo tiempo, se trazan un par de subtramas paralelas (sin excesivo interés), protagonizadas por los nuevos personajes, que terminarán por confluir en un mismo lugar: La Teta Enroscada.

E aquí una de las grandes sorpresas agradables de la serie. Si en el trayecto hasta tan mítico rincón del desierto, habíamos pasado de la inicial vergüenza ajena, a una adictiva tolerancia e incluso, cierta simpatía hacia alguno de estos “impostores”, el sexto episodio titulado “Place of Dead Roads” y sobretodo, el séptimo “Pandemonium”, significan, para bien o para mal, la consagración del show. Curiosidad infinita había por ver como se resolvía la parte más bruta de la película y viendo como se las habían gastado hasta ahora, no había mucho lugar para la euforia, pero hay que decirlo, pues al Cesar lo que es del Cesar y “Pandemonium” es una auténtica pasada que poco o nada tiene que envidiarle a la secuencia original en muchos aspectos, incluido el numerito de Santanico, que lo borda con una actuación erótica como ella sola (erotismo implícito que no abandonará ya la serie de aquí en adelante), pero sobretodo a nivel de gore y FX, que si bien hasta este momento habían dado bastante pena (con unas transformaciones por ordenador que bordeaban lo ridículo), en el festín de “La teta Enroscada” la sangre y las vísceras son de primer orden.

Por supuesto, los claro oscuros siguen estando presentes. Pues es aquí donde descubrimos la castración de Sex Machine o algunas ausencias ilustres, como las de Frost (por un enorme Fred Williamson) o el ya ilustre Danny Trejo, que parece mentira que se postre a protagonizar anuncios de fajitas y por el contrario, no le hayan podido convencer para ponerse detrás de la barra de la teta. También se echa en falta, el brillante humor negro de la original, con todas aquellas coreografías imposibles y bailes de salón varios acompañados de frases de slogan publicitario. Ni rastro de todo aquello por aquí, pero si buenas secuencias de acción, mucha víscera y mucha mala leche, algo poco habitual en este tipo de producciones para la caja tonta.

Los tres capítulos siguientes, hacen lo imposible para estirar el chicle añadiendo un par más de sub-tramas. Por un lado, profundizando en la figura de Santanico y su orden de culebras aztecas (sí, aquí no son murciélagos, son serpientes). Conoceremos el origen del personaje y su relación con Carlos (quien sigue haciendo el ridículo cada vez que aparece en pantalla) y todo el tinglado que hay montado detrás del negocio del zumo de humanos. Por el otro, asistiremos a otro de los momentos surrealistas de la temporada, con una ida de olla absoluta que recuerda a la mismísima “Origen” (“Inception”, Christopher Nolan, 2010) y que termina por desdibujar cualquier parecido con la realidad que aun se pudiera conservar hasta dicho evento.

El balance pues de esta primera temporada no puede ser más irregular. Una espina dorsal a modo de remake “extendido” (por no decir “estirado”) y un puñado de nuevas subtramas bastante descafeinadas que, curiosamente, no terminan de funcionar del todo mal como conjunto. A esto, sumaremos un montón de licencias que deberían estar estipuladas en el código penal, como el nuevo dibujo de ciertos personajes, como el de Richie, que pasa de psicópata descarnado, a buen chaval poseído por fuerzas sobrenaturales o el de Sex Machine, que ya no es un motero cachondo, sino un profesor de universidad estudioso de la cultura precolombina. En fin, herejía tras herejía, sodomización tras sodomización.

Pero también es cierto que los diez capítulos son aptos para el consumo humano e incluso algunos (pocos), llegan a rozar lo notable. Que el entretenimiento sin necesidad de darle al coco, está asegurado y que las dosis de erotismo y sensualidad, terminan por alcoholizar al más sobrio. Añadir algunos rostros ilustres como los de Don Johnson o William Sadler, y se obra el milagro. Por lo tanto, creo que nos podemos dar, por el momento, con un canto en los dientes a espera de ver, que nuevas “atrocidades” nos depara la segunda temporada que, servidor, comienza esta misma semana. Morboso que es uno, que no sodomita.

Lo mejor: Que aun estando a años luz de la obra original, consigue entretener sin resultar ridícula en demasiadas ocasiones, si bien algunas de las nuevas licencias, parecen poner mucho empeño en ello. Las altas dosis de sensualidad y dentro de ese escenario, como no podía ser de otra forma, el brillante numerito de Santanico Pandemonium por una estupenda Eiza Gonzalez y por último, y no menos importante, la NO presencia de Juliette Lewis.

Lo peor: Cuesta acostumbrarse a lo que se está viendo, en especial si se es muy fan de la película de Rodriguez. Algunas interpretaciones y el espantoso doblaje al español.


2 comentarios:

Missterror dijo...

Rector- Me gustaría compartir parte del entusiasmo que demuestras en ciertos pasajes de la crítica con ciertos momentos de la serie, pero lamentablemente yo me quedé de camino a la Teta Enroscada muriendo del aburrimiento. Creo que me he perdido la mejor parte que debe ser bastante despiporre, pero ya no tuve paciencia, me pareció insufrible de verdad.
Lo que comentas de los hermanos Gecko, pues obviamente estoy de acuerdo, porque ver a un guaperas en el papel de Richard es chocante al máximo, por decirlo con suavidad. Se pierde todo el halo de locura, depravación y peligro que consiguió Tarantino por el camino.
En fin, que tampoco puedo juzgarla por completo porque no la he visto y ya te digo que no la voy a terminar, pero lo que vi me pareció muy descafeinado y con pocos visos de mejorar. Supongo que me equivoqué y que la paciencia es la madre de la ciencia, pero si encima añado que no soy nada friki de "Abierto hasta el Amanecer"...pues ahí lo tienes, obligada a ver cuatro capítulos en los que me moría de sopor.

Saludos

El Rector dijo...

Missterror, en tu caso y conociendo que no es la película de Rodriguez, el tipo de cine que más te gusta (por decirlo de manera diplomática), lo raro, es que alguien te haya podido convencer para ver siquiera un episodio de esta serie. Entiendo que no le encontraras nada destacable a los primeros capítulos, y ya te adelanto que dudo mucho que lo hubieras hecho por mucho que hubieras llegado a la teta.

Saludos.

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