miércoles, 19 de agosto de 2015

Crítica: Pretty Dead

En una época como la actual que nos toca venir, en la que una de cada tres películas de género que se realizan-otra cosa es que se estrenen y lleguen a los circuitos comerciales “tradicionales”-pertenece al subgénero-ya casi género de por sí-del found footage, metraje encontrado, o mockumentary, falso documental, se agradece, y mucho la búsqueda de opciones para ofrecer puntos de vistas diferentes y contar ideas si no refrescantes, al menos con tintes originales. La escasa edición de lo grabado, el hecho de trabajar con actores amateurs, los efectos digitales sencillos y al alcance de cualquiera con un mínimo de conocimientos al respecto abaratan lo que sin las subvenciones que hasta hace unos años ministerios e institutos concedían a cascoporro, sería prácticamente imposible.
Es cierto, la mayoría de todas las cintas-innumerables-que tras el bombazo de aquella mala película sobrevaloradísima que es El proyecto de la Bruja de Blair, se han acogido a sus cánones como si de las normas, o la ausencia de ellas, de un nuevo dogma se tratara, son bastante malas e indignantes. Se salvan un buen puñado de ellas, precisamente las que han sabido traspasar los requisitos mínimos e ir más allá de la plena desfachatez de tratar de hacer caja vendiendo un producto bochornoso. Historias nuevas, o viejas, pero desde un enfoque diferente, ingenio y originalidad, cosas que resultan francamente difíciles cuando lo que se trata es de transmitir un ejercicio de subjetividad casi documental hacen que pelis como la que nos ocupa destaque entre sus similares sobresalientemente.

No estamos ante una película notable, pero sí ante un found footage notable y curioso. Dando un giro de vuelta al subgénero asociado-todo metraje encontrado sigue a su vez los cánones de un subgénero dentro del terror-el de los zombies, afronta una historia desde unas posiciones diferentes, que no originales, y lo hace con un buen sentido de la narrativa, manteniendo el pulso necesario para mantener atento al espectador y no aburrirle. 

En los aspectos técnicos nada destaca ni es digno de mención aparte. Está rodada de forma bastante normalita, usando y abusando de las cámaras subjetivas que todo lo graban, los efectos visuales no molestan en absoluto, sin llegar a ser gran cosa y las interpretaciones son simplemente convincentes y poco más. Mucho más de lo esperable en un proyecto que como éste, acusa una notable falta de presupuesto en todos sus aspectos. 

Ahí va la sinópsis: Regina Stevens-Carly Oates- acaba de aprobar su examen final de acceso a la Salud Pública, lo que aquí sería un MIR, más o menos y su novio, Ryan, le pide matrimonio. Una noche acuden con unos amigos a una fiesta en un karaoke en el que todos consumen drogas, y a Regina le sientan pelín mal, vamos, que le da un muy mal viaje que acaba en el hospital en casi parada cardio respiratoria. Afortunadamente todo sale bien y es dada de alta. Todo parece ir a la perfección en su vida. Es una mujer luchadora y que se merece cada cosa que obtiene y sus esfuerzos empiezan a dar resultado... Hasta que una mañana se despierta con un insaciable apetito por la carne cruda, todo lo demás le huele y le sabe mal. Pero además, no tiene casi pulso y demuestra una capacidad increíblemente rápida de curar sus heridas. Entonces Regina, ayudada por Ryan, reticente al principio, tratan de descubrir cómo es posible la coexistencias de esos síntomas y todavía estar vivo. Pero es que Regina emppieza a no estarlo del todo. Pronto descubrimos, mientras la pareja ve en la tele un documental sobre cierta especie de hormigas, los vínculos entre un hongo parasitario llamado “cordyceps” que es el responsable de sus ansias por comer carne cruda y ahora ya, más específicamente, humana. 

Esos “antojos” por consumir fluídos y carne humana, al trabajar en un hospital, empiezan no siendo un problema, pues no hay nada más sano y apetecible que un batido de grasa humana a media mañana, y de eso, el hospital va sobrado. Pero acaba necesitando más y más, y hace que Ryan robe en su trabajo las roba las bolsas etiquetadas como "biorresiduos" de la basura hospitalaria y se los traiga a casa para experimentar con nuevos sabores de batido. El problema real comienza cuando sus antojillos van intensificándose más y más hasta amenazar con consumir su débil y trastocada mente. Al principio ella no es consciente y cree que estudiando lo que le está sucediendo puede ayudar a los demás, pero pronto empieza a caer inconsciente e impotente si no consume raciones cada vez mayores de deshechos humanos. Es entonces cuando su cuerpo empieza a pasar factura, ya no hay vigor ni mejillas sonrosadas. Su cuerpo empieza a morir a pasos apresurados y ante la imposibilidad de detenerlo, Regina decide suicidarse, por lo que acaba, tras fracasar, en la custodia del Estado y bajo el cuidado del Dr. Daniel Romera, que no cree nada de lo que Regina cuenta y la diagnostica como paciente esquizofrénica con el síndrome de Cotard-un síndrome-flipad, mucho más común de lo que creemos-en el que los pacientes, aún sanos y vivos, se creen muertos. 

La cinta comienza justo antes del suicidio de la preciosa Regina y como buen mockumentary se nos informa de que previamente había "asesinado y canibalizado al menos a cuatro hombres, sin haber sido llevada nunca a juicio." 

El hilo narrativo recurre a contínuos flashbacks, aquí resueltos con cambios de cámara, entre la del novio y la de la sesión con el psiquiatra, y francamente, sin llegar a convencernos nunca de la veracidad de lo que se nos cuenta, está bastante bien resuelta. 

Tras contaros todo lo anterior y ver que le he cascado un muy jugoso ocho a la peli os plantearéis si realmente estoy en mis cabales. Os aseguro que sí.

El tema, que como ya os he dicho no es ni de lejos original, me tiene absolutamente enamorado desde que MissTerror me descubrió la que a día de hoy es una de las películas más perturbadoras que he visto en mucho tiempo, la maravillosa “Thanatomorphose”, esa obra de Éric Balardeau que es pura poesía Gore y extrema, perversa y enfermiza infinitamente superior a Pretty Dead. Otras tantas han venido después, como Miss Zombie, de Sabu-Hiroyuki Tanaka- o Contracted, de Eric England, una arriesgada metáfora visual de los peligros de las enfermedades de transmisión sexual. 

Desde luego ni Pretty Dead ni ninguna de las anteriormente citadas llegan al sublime punto desequilibrante de la magistral “Thanatomorphose”, que cuenta como una de sus bazas más inteligentes con la interpretación casi silente de Kayden Rose, espectacular. Pero todas ellas juegan con ese límite, no ya físico y orgánico que bordea la vida y la muerte, sino intelectual y distorsionado, onírico y propio de la enfermedad mental. Y ahí Pretty Dead (Bastante Muerta) acierta en la diana, pese a recurrir a lo “fácil” y barato del found footage. 

Lo mejor: El proceso de asunción de la propia muerte. Fabuloso.

Lo peor: La interpretación innecesaria y absurda del doctor.

En resumen, Pretty Dead es una propuesta fresca-ejem-y distinta, que puede encantar u horripilar y que seguramente acaba siendo carnaza para la crítica pero que a mí básicamente me ha entretenido-que no es poco-y habría disfrutado el triple de no haber visto el resto de cintas que menciono en esta crítica.


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